El
codiciado premio Hombre Habano del Año fue instituido en 1995 para
reconocer a las personas con un notable aporte a la difusión del tabaco y
su cultura. Tuvieron que pasar cuatro años para que Cuba, la tierra del
mejor tabaco del mundo, también tuviera su Hombre Habano y el elegido
fue Abel Expósito Díaz, de la Casa Partagás.
Por
estos días se cumplen 15 años de aquella noche inolvidable para Abel , quien se impuso en la categoría de Ventas al Detalle. Ya para
entonces era una institución del ámbito tabacalero, gracias a su
sensibilidad, sentido del marketing y osadía para romper moldes y vender
su lujoso producto.
“Fue
una emoción intensa, realmente no lo esperaba. Sentía que (Alejandro)
Robaina lo merecía primero, pero bueno, realmente en ventas nadie
superaba a Partagás”, cuenta Abel.
Ahora
sonríe, pero recuerda que en la premiación estaba tremendamente
nervioso, tanto que no pudo probar bocado en la cena. En el salón estaba
el presidente cubano Fidel Castro acompañado por el escritor colombiano
Gabriel García Márquez, amén de muchas personalidades del mundo del
tabaco y amigos, viejos y buenos amigos.
“Realmente
no lo esperaba, pero es un momento que atesoro, porque marcó el punto
culminante de una carrera dedicada a una pasión insuperable: vender
habanos”, afirma, y de inmediato nos revela sus mandamientos del buen
vendedor de habanos.
“Ante
todo, debe amar al habano, conocerlo, fumarlo, recomendarlo y
conservarlo. Tiene que creer en la fortaleza de su producto y estar
consciente de que no es un tabaco cualquiera, sino el mejor del mundo,
el único enteramente cubano, sin mezclas de aquí y allá”, explica quien
fuera un maestro en el milenario arte de vender.
Oriundo
de la oriental provincia de Holguín, Expósito comenzó a trabajar en
1993 en Partagás, fábrica a la que dedicó 19 años y convirtió en la meca
de los fumadores, gracias a su genio publicitario y sus originales
estrategias de relaciones públicas. De su tienda salían los habanos que
fumaban líderes mundiales y estrellas del cine como Jack Nicholson o
Gerard Depardieu, por apenas citar dos ejemplos.
Alejado
del ámbito tabacalero, por razones ajenas a su voluntad, Abel se
mantiene fiel a su política de renovarse y recién se embarcó en otro
acercamiento a este mundo, ahora desde la restauración. Abrió el
restaurante Casa Abel, cuyos platos tienen la peculiaridad de prestarse
para el maridaje con las mejores vitolas, amén de que habilitó un salón
para fumadores con servicio de cavas para guardar puros.
Aunque
su preferido sigue siendo el robusta Serie D No. 4 de Partagás, Abel
disfruta todo habano fuerte y que tire sabroso. Recuerda aquellos que
solía torcerle Leopoldina “la China” Gutiérrez. Es algo que le pasa
últimamente cuando enciende un puro: piensa en sus amigos. “Un habano me
ayuda a meditar, a concentrarme, a pensar en las cosas del día, pero
también me trae paz y, sobre todo, buenos recuerdos”, confiesa.
A sus 57 años de edad, Abel Expósito vive convencido de que esos buenos recuerdos son los únicos que vale la pena revivir, y le pone mente positiva a sus nuevos proyectos, avalados por su experiencia, sus buenos amigos y el irreversible hecho de que muchos otros cubanos han sido Hombre Habano del Año, pero el primero fue él. Y eso nadie se lo podrá quitar…
A sus 57 años de edad, Abel Expósito vive convencido de que esos buenos recuerdos son los únicos que vale la pena revivir, y le pone mente positiva a sus nuevos proyectos, avalados por su experiencia, sus buenos amigos y el irreversible hecho de que muchos otros cubanos han sido Hombre Habano del Año, pero el primero fue él. Y eso nadie se lo podrá quitar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario